Temas de interes

AUTORA: EDELWAIS CORTES KEHR

 1. QUIEN VIVE DENTRO DE MI?

No es fácil contestar esta pregunta de buenas a primeras. Normalmente creemos ser aquello que hemos aprendido que somos, ya sea por el cómo nos ven los demás, por la cultura en la cual hemos crecido, por las experiencias personales y otras formas de pensamiento y patrones cultivados en el tiempo.

Este aprendizaje es largo y a veces confuso, tiene que ver con lo que nuestros padres creen y que genéticamente nos traspasan, con la dinámica familiar y social en que nos desenvolvemos, de la cultura. Ese “soy” muchas veces está escondido detrás de nuestras creencias que de pronto transformamos en leyes, está detrás del rostro que nos gusta mostrar a los demás y, tantos otros condicionamientos.

Todas son fachadas que han ido formando una gruesa coraza, cubierta con capas que se van endureciendo con el tiempo. Existen muchas situaciones que dificultan el acceso a nuestra esencia verdadera, hacia quienes somos en realidad.

Cuando crecemos y seguimos pensando que vamos tras quienes somos, en la acelerada y a veces loca carrera cotidiana, cada vez menos nos detenemos a escucharnos, a meditar, al silencio, a practicar la higiene mental y emocional. El tiempo es un acontecimiento terrenal que se nota, no lo podemos obviar, un concepto tantas veces mencionado en esta página es inherente a nuestra existencia, muchas veces nos juega en contra, por el OLVIDO.

Seguimos avanzando en edad pensando que vamos tras quienes somos, en este trayecto tal vez podemos cambiar de opinión, aclararnos o confundirnos. Sin embargo, ya estamos inmersos participando de una competencia compleja donde nuestra individualidad se va perdiendo en la bruma de las cosas. Entonces corremos tras metas impuestas, profesión, éxito, familia. Nada augura que podamos darnos la oportunidad de detenernos a dialogar con aquello que vive dentro. Incluso el buscar la soledad es un hábito que puede llegar a ser “mal visto”, se puede confundir con aislamiento de la realidad, sin darnos cuenta que de igual forma estamos aislados. Cada uno en lo suyo, aparentando estar con los otros. Entonces la voz interior cada vez más tenue se va alejando hasta callarse por no encontrar salida.

De pronto, el mundo parece un lugar extraño, donde la figura personal se diluye o desdibuja en la marisma humana, donde estamos inmersos en otros rostros que pasan sin vernos, entonces seguimos perdidos y nos buscamos en grupos, en diversas corrientes de opinión, en parejas, en ideales ajenos y, continuamos desorientados como viviendo en un país lejano, con un idioma diferente.

Y es posible que frente a un hecho especial, vuelvan a resonar algunas preguntas ¿Quién habita en mí? ¿Soy un yo o la sumatoria de mis yoes? ¿Soy yo la sumatoria de mis yoes que actúan de consuno y que por la diversidad de voces, no los puedo oír? ¿O soy los yoes ajenos? ¿Qué parte de mi aparece cuando sale el sol y puedo ver los ribetes de lo que me parece la realidad? ¿Qué de mí se quedó enredado en las sombras de la noche, en los gritos del alma que emergen de los sueños y pesadillas?

“La evolución hacia la consciencia de sí mismo es un aspecto inacabado de la creación, algo que la naturaleza dejo para que él lo completara. Ahora el viaje cobra un nuevo significado. El viajero debe enfrentarse solo a sus miedos, a sus frustraciones, a la impotencia, a la ira”. (Yung y el Tarot, S. Nichols).

Para crecer, en realidad es necesario enfrentarse a las pesadillas y conocer las oscuridades que se quedaron escondidas en la almohada. ¿No vaya ser que de repente salgan sin control y las locuras fantasmales e imágenes distorsionadas ocupen nuestra vida y la de otros?

2.- La Superación de la Ignorancia

Un nuevo paradigma emerge en la era de acuario, de la cual somos participantes y también pioneros: la verdad no radica en la observancia y obediencia a ese algo irrefutable y ajeno,  separado de uno mismo. Hemos estado condicionados por repeticiones milenarias; esas voces reiteradas que hasta hoy resuenan como ecos añejos y desgastados, letanías disueltas por el tiempo. Somos convivientes de la verdad, somos una de las manifestaciones de ese gran universo que no podemos comprender en su totalidad y, sin embargo, se expresa en nosotros como emanaciones invisibles que se influyen mutuamente. No necesitamos intermediarios para establecer nexos con Dios, con la naturaleza y el cosmos, somos la vivencia del universo.

Nuestra propia consciencia ha permanecido por largos períodos inmersa en una nube viscosa que nos aísla y transforma en rebaño obediente e inconsciente. Una nube creada por mentes poderosas e individualistas, ambiciosas, codiciosas, carentes de empatía y de amor. La colusión de estas mentes ha promovido que la humanidad siga en la ignorancia, condición básica para reinar y mantener el poder.

El primer paso para superar la ignorancia es detenerse a observar el movimiento y las voces interiores. Descifrar los misterios que de una manera casi mágica se expresan. Tal como aquel discípulo de Ananda que espera pacientemente que el río se aclare para observar el fondo y, beber el agua cristalina que queda luego de la decantación de las partículas e impurezas, lo que para cada uno representa encontrar la verdad oculta por la nube.

Necesitamos darnos cuenta que somos actores en el escenario del tiempo de las luces, del despertar de la noche oscura, cada uno restregándonos los ojos en intensidades diversas ante la aparición de las otras caras de las cosas. Sorprendidos, felices, exhaustos y también incrédulos: es más fácil seguir actuando desde lo conocido. Este nuevo drama puede significar una ruptura con nuestros principios radicales, con las creencias comunitarias, con lo que hemos sostenido por verdades absolutas. El nuevo modo puede afectarnos ante la concurrencia que observa entre expectante y dudosa, con temor a expresarse abiertamente. Más aún, si nos convertimos en voceros de algo diferente podríamos llegar a ser objetados, unos locos faltos de credibilidad, con desórdenes mentales, y lo que es más fuerte, quedarnos solos.

Aun cuando todo indica que es mejor seguir a la mayoría, hay una energía que surge desde el interior que impulsa al cambio. Es inevitable, ya que de cierta manera se ha estado gestando en el inconsciente personal y colectivo como una semilla, cuyo germen contiene nuevas comprensiones que son impulsadas hacia afuera suave o compulsivamente. Es necesaria la muerte de una etapa para renacer a un mundo nuevo y mejor.

El solo acto físico de abrir los ojos ha permitido la apertura a otros horizontes, desde donde aparecen relampagueando otras miradas. Al principio, como niños endebles entre las contradicciones nos preguntamos: ¿es verdad o ficción? ¿Qué debo creer? Sin duda, aún se nos hace difícil aceptar otras verdades o verdades celosamente escondidas. La tendencia habitual es pensar que estamos frente a una pseudo experiencia poco fiable y no nos atrevemos a compartirla. La alquimia es un proceso, de la siembra a la cosecha siempre hay un tiempo; y de la segunda mirada a la comprensión profunda, un espacio.

¿Tan difícil es creer en uno mismo? ¿Es imposible observar la brújula interior que indica desde la gruta del alma? ¿Tan difícil es darnos el tiempo para que se revelen los símbolos de la psiquis, aquel lenguaje a veces tan concreto e inteligente de la vida que nos habla por doquier?

La superación de la ignorancia pasa por dejar de externalizar los dioses y demonios, lo bueno y lo malo, la sabiduría y la ignorancia; como si estuviéramos absolutamente separados, solos e inocentes, abandonados en un mundo con idiomas distintos donde lo concreto, aquello que la mirada pequeña nos permite ver, lo abarca todo. Ese mundo tan confuso que nos rodea y que a algunos les interesa perpetuar para mantenernos alejados y confusos, con la observancia puesta solo en el centímetro siguiente.

Para aprender no es necesario el perpetuo ensimismamiento, tampoco el someternos a prácticas corporales absolutas. Es sabido que la exageración nos impulsa a los laberintos sin salida donde el caos invita al dictador, y nuevamente volvemos a la rueda que gira sin fin. Es como rodar en un círculo.

El viaje nos lleva a conocer verdades profundas, el significado de estar aquí y ahora en un todo actuante y cambiante, en un recorrido: cada uno, con un comienzo y un final. Para apreciar el viaje necesitamos salir al exterior de las necesidades urgentes, solo un instante a tomar el aire fresco y experimentar la vida con sus matices. La idea es llegar a tener la capacidad de observarnos en el acto cotidiano de la acción de manera consciente, sintiéndonos latiendo como un todo que mira, piensa, se emociona, aspira, opina y recuerda.

La superación de la ignorancia representa conocimiento y el conocimiento se refleja en lo que hacemos, decimos y sentimos. Esta sola expresión de nuestro ser ayuda a despertar a quienes aún permanecen inoculados en la paralización de la nube. La iluminación es aprender desde si mismos verdades que con el tiempo no podemos ocultar.

La verdad llega de a gotitas, ya que si fuera un afluente nos podríamos enceguecer, entonces la apertura es lenta, a veces nos torna frágiles como niños que comenzamos a caminar; avanzamos y retrocedemos. Lo primero al abrir los ojos es reconocer nuestra propia ignorancia, permitirnos al placer pacificador de entender que voluntariamente venimos a aprender lecciones nuevas; también a repetir algunos cursos y a ejercitar nuestro propio poder creador.

La superación de la ignorancia es un acto espiritual, es avanzar en el conocimiento personal; experimentando la sensación de duda y cuestionamiento de las cosas establecidas; dándonos la oportunidad de la apertura y la expansión natural que deviene luego de agotar un tipo de experiencia que ya no convence. Otorgando un espacio al alma para que una nueva luz penetre e ilumine las zonas confusas.

Es sanador poder compartir, como libres pensadores, con ideas renovadas, desnudas de dogmas, abiertas y atentas al pensamiento ajeno, con la capacidad de distinguir y destilar alguna esencia perfumada.

La necesidad es abrir el silencio, sacar los cerrojos del muro que nos ha mantenido ciegos, y estar presentes de la manera que nos es propicio. La idea es asumir el poder de nuestra propia individualidad en armonía con los semejantes, con el entorno, la naturaleza y nuestra amada Tierra que cada mañana nos recuerda que está ahí para sostener nuestros pies, evitando que caigamos al vacío.

Entonces ya no estamos en la ignorancia, nos abrimos al conocimiento.

3.- SIGNIFICADOS

El significado de la existencia como seres vivientes en este planeta es un enigma personal y humano. La historia y los grandes pensadores nos han legado muchas respuestas, algunas veladas en parábolas, otras en metáforas, mitos, leyendas, teorías, cuentos infantiles. A nivel personal nos habla en expresiones tan profundas como los sueños, que en su idioma simbólico, a veces nos parecen incoherencias.

En lo personal sostengo, que el misterio de nuestra vida está velado por la nube del olvido, que por gracia de la naturaleza nos permite volver a comenzar, sin la carga dolorosa del pasado, pero también encierra las experiencias positivas y las capacidades aprendidas. Sin embargo, las crisis existenciales que nos llevan a vivir procesos profundos, remueven las cenizas de las cuales aparecen chispas que iluminan trazos del pasado, revelándonos parte de la historia de nuestra propia alma, la que cada vez nos invita a resolver las tareas pendientes. No nos es dado saberlo todo, el estado de iluminación completa representa nuestra última pasantía como alumnos y luego, nos transformamos en maestros.

Recordamos aquello que necesitamos hoy, recuperamos la información que contiene elementos y potenciales para desatar los nudos que nos dejan atrapados, paralizados.

La Terapia de Vida Pasada es un excelente instrumento de ayuda para recordar y comprender lo que necesitamos dejar ir y aquello que requerimos recuperar. Hacer conciencia es reconocernos como actores activos de nuestra vida, saber que no somos veleros a merced de vientos exteriores que no mueven y dirigen sin control. Reconocer que el dolor y las heridas del pasado dejan huellas que representan aprendizajes.

El reconocernos es la única manera de ubicarnos en nuestro verdadero camino, asumiendo el protagonismo de la propia existencia.

El eje central de nuestra vida se ubica en el interior de cada uno y desde allí emana un brillo revelador. Démosle un espacio a esta manifestación natural y sagrada que nos hace coautores de este destino que a veces nos parece irreversible.

4.- LOS HUMANOS Y EL TIEMPO

Vivir es aprender y el tiempo es el mejor maestro.

Estamos en contacto directo con la experiencia, construyendo la identidad a partir de nuestra historia y del tejido que hacemos en el presente.

Somos algo que hacemos, no algo que nos viene de afuera.

Si viviéramos el presente con atención y asumiendo la acción que requiere cada momento, seríamos capaces de proyectar conscientemente el futuro. El futuro es hoy, este acto requiere movimiento, la vida no es vivida por encargo. La presencia estimulante del futuro es confianza y deseo de renovación que no siempre es predecible, porque también nuestra existencia es un acontecimiento de libertad. Ganamos la libertad cuando entendemos nuestras responsabilidades y limitaciones, sabiendo que a veces nos hemos cegado por las huellas dolorosas, los apegos, los miedos y todas aquellas grandes emociones que entorpecen el fluir de nuestros recursos naturales.

Somos seres de memoria y proyecto. Ser memoria significa que el pasado no ha dejado de existir, no es algo clausurado ni olvidado, es algo que condiciona y configura de un modo real este presente. Sin embargo, con el recuerdo y la madurez que otorga la vivencia somos capaces de dibujar en el mapa de nuestra particular geografía, los relieves y contornos de lo que seremos.

Cuando una experiencia rotunda no alcanza a significar el sentido de las cosas, es necesario recordar que el tiempo y todo lo que hagamos con él, traduce el lenguaje de la vida. El tiempo es un farol, la luz del conocimiento que ilumina el pasado para avanzar hacia lo desconocido, es el ermitaño encogido en el interior, aquel que se encuentra paciente en el silencio esperando la oportunidad de expresarse.

Necesitamos cruzar el umbral de lo que creemos ser, para ir hacia lo que realmente somos y no recordamos. Todos tenemos la llave que conecta con el origen del dolor, la herida profunda que como un maestro implacable aparece cada vez, hasta que tocamos fondo y aprendemos.

Así, agotada la experiencia nos ubicamos al principio de un camino nuevo, más completos y más sabios. Entonces, llegaremos a comprender que la memoria es nuestro propio tiempo acumulado y es la mejor herramienta para revisar, recuperar y sanar aquello que nos duele, lo que a veces paraliza, haciendo que olvidemos el futuro.